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miércoles, 23 de noviembre de 2011

Sin yo ni tu, somos.

Me imagino, un millon de ideas sin sentidos, tratando de encontrar una solucion que no tenga filos, ni detalles ni alcoholes. Cada paso cada suspiro reflejan un sentimiento que ya a sido tocado, que sin lamentaciones me enseña a seguir siendo el mismo. y no caer en el sigilo mortal de la mirada del prejuicio.

Sin mover un minuto del día, feroces, inconscientes y tristes almas, aclaman por una oportunidad de estar en la gente, y seguir el movimiento denigrante de la calle, en la que, cada esquina son vendidas mascaras de contrastes que no son mas caras que tu silencio o el perdón  sin esperanza de un preso.

Esteban Hinojosa.

Color urgencias

Dentro de un sala de urgencias, se encontraban durmientes y atentos todos aquellos que sus males habrían de caer en el momento menos esperado. En una esquina deslucida y gris de la sala, se encontraba un alma olvidada pero que no olvida. Delante de aquella, habrían unas 18 más con una ligera brisa a vida y desespero. De aquellas dieciocho, habían 2 que de manera ligera pero impactante, desteñían aquella escena de angustia y dolor. Alado de ellas llega un amigo fiel, con el cual empiezan a transmitir el color más dulce y delicioso en aquella sala. Miradas afiladas de envidia deseaban tener aquel color, que sin nombre ni deseos de ser envidiado, se reflejaba en aquellas 2 almas. Sonrisas, inocencia y simplicidad serian lo más cercano a aquel color, nacido de manera espontanea, que con el pasar de los segundos parecía agarrar un tinte mucho más fuerte, en especial cuando aquel amigable amigo lanza despiadado su grito de nacimiento seguido de una leve carrera de la puerta de la sala hasta la sillas donde allí se encontraban. En aquel momento todos lograron mesclar de cierta forma su tonalidad, y adaptarla al color aquel. Moribundo y con matices de angustioso color gris, fue de apoco contagiándose aquella alma olvidada que solo por ese momento dejo de serlo, y mucho mas, al percatarse como una abuelita de unos  80 años con su nieta pequeña de solo 6, se dejaban llevar por las tonterías de un perro, y eran espontáneamente felices.

Esteban Hinojosa.